Desde que a Daron Malakian le dio la tontería de cantar y se dedicó a ensuciar con su voz las pistas de System of a Down, siempre deseé que Serj Tankian grabara un disco en solitario o que un rayo vengador hiriese la garganta de Malakian y le impidiese para siempre cantar. Ojo, que Malakian es un guitarrista al que admiro, pero sus grititos y su voz de perturbado me pone enfermo. Cuando escuché que Tankian sacaba disco y vi en la red el primer video (“Empty walls”) me quedé con el culo torcido porque era un pelotazo de canción y porque Tankian cantaba de maravilla el tema. Esperé ansioso hasta que llegó el disco completo a las tiendas, y mi, nunca demasiado agradecido, hermano se lo compró.
Cuando le pegué la primera escucha completa pude racionalizar y pensar y desde entonces no he parado de parado de escucharlo, porque es un disco excelente. Se trata, eso sí, de un intento mucho más rockero que un disco normal de SOAD, detalle este por el que mucha gente ha renegado del disco. Pero, digo yo, que si esperaban un disco con la misma caña y la misma voz de SOAD, ¿para qué iba a grabarlo Tankian en solitario? Aquí encontraremos parecidos razonables, pero la onda es distinta. Empezando por las letras, mucho más enfocadas al cuidado de la naturaleza, a las desigualdades políticas e incluso a algunas situaciones de frustración o emoción amorosa, nunca desde el punto de vista del hit single pop. Entre las canciones más cañeras tenemos la propia “Empty walls”, a saco desde el principio pero sin llegar en ningún momento al hardcore pesado de los pasajes más duros de SOAD, sino más bien una especie de power-rock denso y contundente, con estribillo perfecto, final galopante y estrofas pegadizas y recurrentes. “The unthinking majority” es un tema al estilo de SOAD, pero sin voces guturales, mezcla lo histriónico con unos cortes de piano realmente sorprendentes, interpretados por el propio Tankian, que toca casi de todo en este album. El videoclip, por cierto, es bastante gracioso y original, no dejen de verlo. La tercera realmente cañera nos viene con “Beethoven´s C***”, un tema de rock duro alternativo con estribillo demoledor, dobles voces muy bien acopladas, letra contundente e irónica y un saborcillo grunge aderezado por los cortes y cambios de ritmo típicos de los armenios en casi todos sus álbumes.
En el resto del disco encontramos canciones buenísimas, pero en las que la carga rockera es mucho más pronunciada que la carga pesada. El single “Saving us” es un medio tiempo con letra de amor introspectivo, con aire cantautor (al estilo americano) en las estrofas y con estribillo simple pero emocionante. El videoclip en este caso convierte a la canción en algo nuevo y consigue emocionar y elevar la esencia del tema: no dejen de verlo. “Money” tiene una letra excelente sobre la tiranía del petróleo y el dinero en general, un estribillo estilo “BYOB” y unas estrofas e instrumentación suaves que a mi me recuerdan un poco a los Pearl Jam más oscuros y caóticos. “The Sky is over” y “Baby” son las más accesibles del disco, pues se basan en un rock suave (por más que estén las guitarras graves y algún ritmo muy marcado) de preponderada melodía vocal. Tienen aspecto de single y no abundan en detalles mucho más allá de los estribillos pegadizos, pero salen bien paradas porque la voz de Tankian es cálida y cercana y acaba por engancharte. “Lie, lie, lie” es la más bucólica, con unos coros en falsetes y un aire infantil que concuerda con la letra, basada en una historia de abuso y venganza. En directo transmite desgana, pero en el disco queda realmente equilibrada y original. “Honking antelope” y “Feed us” son las más alternativas del álbum, con un rock denso y moderno que pasa el corte sin problemas.
Los puntos negativos los ponen para mi gusto la cansina “Praise the Lord and pass the ammunition”, que lo mejor que tiene es el título y que se basa en un semi rapeo de Tankian sobre una base eléctrica de distorsión paranoica. Los dos primeros minutos quedan curiosos, pero se debería terminar ahí, en lugar de caer en una ola de repetición que convierte la canción en insufrible. La última “Elect the dead” es un reprisal acústico que no tiene gancho y que cierra el disco con un sabor de boca que no es el deseado.En resumen, un disco lleno de temazos del estilo más rockero dentro del espectro sónico de SOAD, que rebosa de estribillos y melodías magníficos y que hace aguas en algunos picos por, aparentemente, no atreverse a ir más allá. Serj Tankian puede dar mucho más de sí si experimenta con los sonidos que ha esbozado en este album, y puede aportar un soplo de aire fresco a SOAD, que en sus últimos lanzamientos adolecieron quizás de cansinismo y de deriva creativa.
Viene bien que todos pongan sus inquietudes en orden antes de acomenter lo que esperemos que sea un regreso de SOAD a los terrenos más brutales de su sonido inicial. Por lo demás, un disco muy agradable de escuchar.